Las clases online volvieron, sin fecha clara de término. Esto, ha afectado la educación de millones de estudiantes alrededor del mundo, impactando enormemente a aquellos más pequeños, que se encuentran en la etapa de aprender a leer y escribir.
La pandemia sigue generando estragos en todo el mundo. La educación, ha sido una de las áreas más afectadas de la sociedad, poniendo en jaque los métodos de aprendizaje y el acceso a la conectividad de millones de alumnos en el orbe.
Llevar la educación de las aulas de clases a la casa ha significado todo un desafío para la comunidad escolar, más aún, cuando son menores de edad los que dependen de las tecnologías y tiempo de los padres para poder adquirir los conocimientos curriculares correspondientes. Así, sucede con aquellos que están en la etapa de aprender a leer y escribir.
Alix Anson, es pedagoga inglesa egresada de la Universidad de Cambridge, creadora del Programa de lectoescritura Alfadeca de la Fundación Sara Raier de Rassmuss, en Chile, y coautora de una serie de libros especializados en esta materia para niños de 7 a 11 años que hoy son usados en más de 300 escuelas públicas de Inglaterra.
Para la pedagoga, existen ciertas bases para sacar el mejor provecho en el aprendizaje de niños y niñas que están aprendiendo a leer y escribir: “Después de un año de aprendizaje en línea, todos hemos mejorado en aprovechar al máximo esta difícil situación. Los mejores consejos son, tener un sistema y un horario claros a seguir, que los alumnos y sus familias entiendan para que todos sepan dónde se encuentran en el camino del aprendizaje. Aprender lo más divertido e interactivo posible y celebrar el éxito siempre que se pueda. Pedir a los niños que practiquen la lectura de algo (tal vez solo las 10 palabras de la semana) y filmarlos para demostrar que pueden hacerlo. Por último, fomentar la creatividad: pueden los alumnos crear carteles o historias utilizando las palabras de la semana o escribir una pequeña obra de teatro. La creatividad realmente hace que los niños interactúen y se sientan parte del proceso”.
Apoyándose en el programa Alfadeca de la Fundación Sara Raier de Rassmuss, Alix sugiere que la presencia de los padres, apoderados o adultos responsables, sea algo agradable e interactivo, evitando cometer algunos errores que ocurren con frecuencia. “Algunos padres están tan dispuestos a ayudar que, sin darse cuenta, colocan la lectura como una tarea o incluso un castigo diciendo «no puedes salir ni jugar con nada hasta que hayas terminado de leer». Una táctica inteligente es hacer que la lectura sea una recompensa y decir, por ejemplo, que es la hora de dormir a las 8 p.m. a menos que estés leyendo conmigo, en cuyo caso puedes quedarte despierto hasta las 8:30 p.m”.
Asimismo, aconseja, además de acompañarlos y darles el ejemplo siendo también personas lectoras, es evitar decirles palabras que no sepan y ayudarlos a descubrir la palabra en pequeños trozos, letra por letra y luego sílaba por sílaba. De esta manera, se adquieren gradualmente las habilidades vitales necesarias para que lo hagan por sí mismos. También es importante tratar de evitar decir «no, eso está mal», cuando cometen un error. “Realmente ayuda a elogiar los esfuerzos de un niño en lugar de decir lo inteligente que es. Esto ayuda al niño a tener una mentalidad de crecimiento y a pensar que el esfuerzo puede conducir al éxito, en lugar de tener una mentalidad fija y creer que la inteligencia es difícil de cambiar”, recomienda Anson.
¿Cómo reconocer que no se avanza en el proceso de aprender a leer y escribir?
Muchos niños en nuestro país de primero y segundo básico, se vieron afectados en sus procesos de lectoescritura durante el año pasado. La Unesco entregó algunas cifras muy poco auspiciosas, alertando que la crisis sanitaria ha sumado 100 millones de niños sin el nivel mínimo de competencias en lectura. De esta manera, los menores sin estas nociones pasaron, en 2020, de 483 millones a 584 millones”. Asimismo, añaden que “hasta antes de la pandemia, el número de niños que carecían de competencias básicas de lectura se encontraba en una curva descendente y se esperaba que pasara de 483 millones a 460 millones en 2020. Sin embargo, la cifra se disparó, aumentando en más de 20% y anulando los avances logrados en las dos últimas décadas gracias a los esfuerzos educativos”.
“Los niños aprenden a ritmos muy diferentes y algunos encontrarán que la lectura es fácil y otros que es un gran desafío. Siempre siga los consejos de los maestros en la escuela sobre lo que normalmente esperarían y la mejor manera de ayudar. Algunas personas creen que un niño generalmente está listo para aprender a leer y escribir cuando sus grandes dientes frontales comienzan a llegar. En un año escolar normal, el objetivo es que casi todos los niños de Primero Básico conozcan los sonidos de las letras del alfabeto al final del año y sean capaces de leer algunas palabras y oraciones simples. Sin embargo, si este no es el caso, sobre todo después de la pandemia, no hay necesidad de entrar en pánico. Además, es importante que un alumno no se sienta bajo ningún estrés si necesita más tiempo para aprender. Cada pequeño paso del progreso debe celebrarse y los nuevos enlaces de las letras con sus sonidos normalmente deben repetirse al menos 5 veces y usarse activamente, antes de que permanezcan en la memoria a largo plazo del niño”, comenta la profesional.
No olvidemos que, según cifras del Ministerio de Educación, en Chile, el 60% de los niños y niñas que pasan a segundo básico no saben leer correctamente y la brecha no se disminuye en 4º básico donde el 58% no alcanza los niveles adecuados. Todo esto, se ha visto enormemente agravado por la pandemia.
¿Qué pasa con las herramientas tecnológicas? Para Alix Anson, la tecnología puede hacer muchas cosas, pero investigaciones recientes como lo de la Doctora Audrey Van der Meer (Universidad de ciencias y tecnología, Trondheim, Noruega) de Julio 2020, han demostrado que no es tan poderosa para enseñar a los niños a leer y escribir como el acto de escribir físicamente en una página. “Las vías sensoriales involucradas en hacer la forma de una letra con un lápiz sobre papel, proporcionan muchos enlaces adicionales a las áreas visual, auditiva y cinestésica del cerebro, que forman la arquitectura estructural clave para la alfabetización. Simplemente presionando un botón en una computadora no puede lograr los mismos resultados. Por lo tanto, realmente recomendaría guardar la mayor parte del proceso de lectura con tecnología hasta que un alumno ya haya ganado un nivel de fluidez primero. Una vez en este nivel, la tecnología puede ser una buena forma de ganar más fluidez, vocabulario y acceso al mundo en general”, finaliza.